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Pensamiento oriental para la mente de occidente

Anthony Strano

ISBN: 978-84-934304-5-0
N. págs. 112
Formato: 222 x 148 mm

La meditación Raja Yoga, que tiene su origen en la India, nos lleva a ese punto de quietud en el que encontramos la fuerza para cambiar y curar nuestro yo interior.
En este libro sumamente motivador e inspirador, Anthony Strano cruza el puente entre Oriente y Occidente, y explica de una forma clara y sincera los muchos beneficios prácticos que ofrece este "yoga para la mente" y cómo se puede lograr el autoconocimiento y, en último término, la autorrealización.


Aplicando estos principios y prácticas, experimentaremos realmente el proceso de transformación desde dentro hacia fuera porque "la comprensión y la aplicación son la base tanto de la autorrealización como del vivir positivo".

 

Parece contradictorio hablar, o escribir, sobre el silencio, porque lo cierto es que el silencio es algo que hay que experimentar. En la experiencia del silencio descubrimos verdades espirituales profundas y avanzamos para conocer nuestro yo espiritual. El silencio crece en nosotros, nos ayuda a progresar y a desarrollarnos de una forma muy sutil, es como una semilla: la flor está oculta en la semilla, la semilla está oculta en la tierra. La luz del sol da en la tierra, que calienta la semilla y la flor empieza a crecer. Como una semilla, nosotros estamos también cargados de un gran potencial. No son realmente el conocimiento o el debate los que de verdad desarrollarán ese potencial. Pueden servir de ayuda, claro, pero es la luz del silencio la que penetra a gran profundidad y despierta el potencial interior, la que le infunde fuerzas para estallar en una flor. El silencio es también un espacio que oxigena la mente, permitiendo la creación de algo nuevo, llenando la vida con poder y fuerza.


Hoy en día la religión de todo el mundo es la de estar muy ocupado. Cada uno corre de un lado para otro, haciendo algo, demostrando algo, enseñando algo. En esta prisa por ser alguien tendemos a olvidar el gran poder y el milagro que se encuentran en la quietud.


Un aspecto de la meditación es que nos enseña a enfrentarnos a la vida desde el interior.


Esto nos lleva hasta ese punto de calma en el que encontramos la fuerza para cambiar y sanar al yo interior. En ese silencio podemos encontrar perspectivas y nueva percepción. En un estado profundo de introspección, podemos observar claramente nuestros pensamientos, ver nuestras verdaderas motivaciones; cuando comprendemos que nuestras intenciones quizá no son del todo correctas, entonces estamos en una posición de decirnos a nosotros mismos: "¡Espérate un poco más!"
Cuando empleamos el silencio para analizar nuestros pensamientos en este nivel, empezamos a notar que algunas de las cosas en las que pensamos, realmente no merecía la pena haberlas pensado. En este punto, nos volvemos ahorradores espiritualmente, lo cual de hecho nos lleva a ser muy generosos. Mucha energía valiosa se pierde, tanto mental como emocionalmente, en un pensar derrochador y negativo. El noventa y cinco por ciento de nuestro tiempo se desaprovecha pensando en los demás; seguimos sin parar con una sarta de expectativas, las cuales llegan a ser como un martillo de exigencias en las cabezas de otras personas.


Tomad una combinación de expectativas y exigencias, y ¿a qué es igual? ¡A un conflicto!


Cuando aprendemos a ser silenciosos y a reflexionar en nuestro yo interno, empezamos a sentirnos satisfechos con lo que encontramos dentro y hay un sentimiento profundo de contento.


Nos vamos volviendo más considerados en nuestros puntos de vista y aceptamos a los demás por lo que son. Cuanto más podemos aceptar, más deprisa encontramos la armonía en nuestras relaciones. Empezamos a ahorrar energía, moderando nuestros pensamientos y palabras. Eso viene acompañado de más paciencia, tolerancia, flexibilidad, naturalidad y ligereza. El silencio nos enseña el arte de vivir. El silencio puede ser mal empleado para aislarse a uno mismo, pero el silencio verdadero y positivo nos da un equilibrio entre nuestro mundo interior y nuestro mundo exterior. Habiendo explorado nuestro yo interior, recogemos nuestra energía positiva, nos hacemos conscientes de nuestras cualidades, y después, con toda naturalidad, éstas se expresan externamente. Dirigimos nuestra concentración hacia el yo interno y después hacia el mundo exterior. Después volvemos de nuevo al interior. Es un movimiento circular. Cuando entramos en el silencio, recargamos nuestras energías internas, nos hacemos uno con el yo, sanamos nuestro yo, lo relajamos y lo liberamos de negatividad. Hay muchos beneficios en el simple hecho de entrar a encontrarnos con nuestro verdadero yo. Cuando sacamos esta riqueza y recursos, ¿qué hacemos con ellos? Los compartimos y los repartimos, y al hacerlo recibimos y aprendemos.
El silencio es la luz guía que nos ayuda a encontrar un equilibrio entre la expresión interior y exterior.