Para relacionarnos con precisión con la obra de la vida necesitamos ir a la experiencia del silencio.
Desde el silencio puedo abrirme a escuchar la verdadera necesidad del ser: soltar todos los apegos, dejar de forzar y presionar para que las cosas sean según mis esquemas, según mis expectativas. Soltar y abrazar la majestuosa obra de la vida tal como es. Cada escena es nueva y diferente cuando en mi consciencia me renuevo y abandono los preconceptos y prejuicios.
A medida que me hago introspectivo y me conecto con mi ser, aprendo a apreciar y valorar lo que la vida me trae. Me es más fácil conectar con el Ser Supremo, con su luz. Y así me vuelvo un instrumento, un canal de la luz de Dios. Entonces mi presencia también impacta de una manera diferente en la obra de la vida. Soy un alma, un instrumento, un actor privilegiado que observa la obra desde una posición elevada y puedo servir desde el silencio, compartiendo los sentimientos más puros y elevados de paz y buenos deseos.
En esa experiencia hay dicha y plenitud. Soy actor en esta obra y a la vez soy co-creador de la obra. Mi conexión con la Fuente Suprema de pureza y verdad hace que mi presencia sea agente de cambio y transformación.
Desde el silencio conecto con mi poder interior, aprecio los regalos que me ofrece la obra de la vida y discierno con claridad y precisión cuál es la mejor contribución que puedo hacer.
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