Lo que sea que gatille una emoción en mí es sólo un espejo de algo que no veo. Sólo cuando comienzo a ver eso que el espejo refleja es que empiezo el viaje que me liberará de la reacción emocional.
A veces, toma tiempo verme con claridad en el espejo. Pero, cada vez que lo miro me acerco más: esta persona es irresponsable, ¿cuándo soy yo irresponsable? No asume compromisos, ¿no será que tengo celos porque a mí también me gustaría ser así de libre? Estas y otras preguntas, para cada caso, ayudan a ver aspectos personales y a emprender algunos cambios valiosos, hasta comprender, al fin, el “punto ciego” de aquello que hasta entonces no podía ver en absoluto.
El uso de espejos como herramienta es inapreciable. Me ayuda a reparar en que no saco nada con repartir culpas, pues eso sólo me convierte en víctima impotente. El espejo implica asumir la responsabilidad de mi mundo interior. Al hacerlo me doy cuenta de que el mundo externo (circunstancias, relaciones) también cambia.
Confío en la herramienta de los espejos para ver con mayor claridad. El recorrido espiritual está relacionado con el regreso a la belleza, y es muy útil ser capaz de ver cada mancha sobre el vidrio de mi propia pureza. Puedo ocuparme en limpiar y sacar brillo al diamante del ser.
El espejo me ayuda a mantener la atención. Así, el poder creativo de mis pensamientos se concentrará en mi creación más que en la reacción del recorrido de alguien más.
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